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El servicio histórico y cultural del Ejército del Aire ha organizado en Madrid y Córdoba (mañana lunes comienzan en el Alcázar) unas jornadas aeronáuticas dedicadas a recuperar la figura del científico hispano árabe
Para entender y aceptar la aportación de España, como pionera de la Aviación, hay que conocer en profundidad lo que nuestra patria significaba en la época de la presencia árabe en la cultura de Occidente. En la publicación Al-Andalus , con un apéndice de Juan Goytisolo titulado Los mitos fundadores de la Nación Española , se describe cómo las ciudades andalusíes eran en la época de la dinastía de los Omeyas como colmenas de poetas, eruditos, sabios, juristas, médicos y científicos.
En mayo del año 822 accedió al trono del emirato de Córdoba Abderramán II, cuando tenía 30 años. Fue un hombre culto, gran mecenas y muy atraído por la astronomía y la poesía. Abderramán II envió un gran grupo de expertos al Oriente para que adquiriesen libros de todas las materias más interesantes, con la finalidad de crear una gran biblioteca en Córdoba. Fue un gran impulsor de las ciencias y las artes, naciendo así una generación de sabios y artistas que ya no tuvieron que realizar grandes viajes de estudios al exterior.
El historiador Al-Maqqari llena sesenta páginas con la relación de sus nombres. Como cifras ilustrativas señala que Córdoba, durante la época islámica y en la que convivían árabes, cristianos y judíos, llegó a tener cerca de un millón de habitantes, con 3.000 mezquitas. El número de sus baños públicos era de 600, el de sus fondas y hospederías era de 1.600 y había además 4.000 tiendas y comercios, 213.000 casas de clase media y obrera y 60.000 de dirigentes y aristócratas. Las escuelas públicas sumaban 25. La superficie amurallada de la ciudad era de 2.690 hectáreas y poseía un notable y revolucionario sistema de aguas corrientes y fecales, además de una red de alumbrado público y un ingenioso método de regadío de la vega circundante mediante norias y acequias que extraían el agua del río Guadalquivir.
Debe destacarse que en esa época, a mediados del siglo IX, París y Londres eran aldeas casi desconocidas, y la gran mayoría de las ciudades de la Europa no musulmana se hallaban en las más absolutas condiciones de insalubridad y atraso. Como cita el medievalista francés Charles-Emmanuel Dufourcq: "En ningún momento, ni Roma ni París, las dos ciudades más pobladas del Occidente cristiano, se podían acercar al esplendor de Córdoba, el mayor núcleo urbano de la Europa árabe-islámica".
Córdoba llegó a contar con sesenta bibliotecas públicas, ya que allí casi todos sabían leer y escribir, mientras que en la Europa cristiana, a menos que perteneciesen al clero, nadie sabía leer. La biblioteca de los Omeyas llegó a contener 400.000 tomos, 44 de los cuales formaban el catálogo del total. En esa época vivían en Córdoba miles de sabios, astrónomos, científicos, matemáticos, filósofos, lexicógrafos, historiadores, músicos, biógrafos, poetas y un sin fin de hombres letrados, razón por la cual era considerada el Faro de la cultura de Europa, pues a ella acudían para aprender y estudiar eruditos africanos, europeos y del Oriente Medio. No es de extrañar pues que en ese ambiente científico surgiese alguno que hubiera sentido el amor por la investigación y el estudio de poder materializar un viejo y ancestral deseo del hombre: Volar.
El gran historiador de la Ciencia, Georges Sarton, consideraba Al Andalus como el más importante centro cultural del mundo en la Edad Media. De la dependencia científica que tenían los cristianos y los judíos de los musulmanes, da cuenta la siguiente advertencia del alfaquí sevillano Ibn Abdun, que en el año 1.100 decía: "No deben venderse a judíos ni a cristianos libros de ciencia, salvo los que tratan de su ley, porque después traducen nuestros libros científicos y se los atribuyen a los suyos, siendo así que se trata de obras musulmanas".
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